Como seres humanos, tenemos un potencial adicional al del resto de los seres vivos: somos capaces de crear, y de reflexionar sobre nuestras creaciones y nuestros actos. También somos capaces de amar en un sentido más complejo y enriquecedor que cualquier otra criatura, seguramente debido a que es una emoción intelectualizada y ya muy lejana del instinto.
Esto me lleva a pensar que probablemente el fin último de la vida humana (desde un punto de vista laico, que es el mío) es el desarrollo del potencial individual, centrándose las dimensiones creativa y afectiva.
Me parece que tener este potencial y no desarrollarlo, aún cuando es por supuesto una decisión válida e individual, le resta sentido a estar vivo.
También está el hecho de que podemos poner este potencial al servicio de la destrucción y el odio, la otra cara de la moneda. Esto apunta a que el desarrollo antes mencionado debe estar gobernado por la moral, o más universalmente, por la ética.
Ayudar al otro a que alcance este fin [el desarrollo de su potencial creativo y afectivo] es quizá el verdadero sentido del amor.